Cinco años después del gran confinamiento la vida veraniega es otra y las playas dan grandes señales de recuperación, nos cuenta desde el futuro Juan Scaliter
Por Juan Scaliter.
Finalmente Pi y sus familiares podrán irse de vacaciones. Y este año toca mar. Desde el inicio de la pandemia, cinco años atrás, el turismo ha cambiado por completo. Dependiendo del país hay dos sistemas vacacionales. Uno es realizar un sorteo entre la población que determina quién va a la playa, montaña, ciudad o fuera del país, cuando es posible. La otra opción es realizar la petición de destinos por orden de preferencia y, dependiendo de la cantidad de gente, se asigna el sitio.
Todo ello con el objetivo de evitar aglomeraciones en lugares turísticos y, al mismo tiempo, redistribuir el interés turístico de los visitantes.
Pi, su pareja y sus dos hijos de 7 y 10 años, han esperado mucho tiempo para regresar a la playa. La última vez que lo vieron fue en 2021, cuatro años atrás. Si bien los científicos aseguran que el mar, por la cantidad de sal que contiene y por ser un cuerpo de agua tan grande, no es un medio apto para el virus, lo que más se teme son las aglomeraciones.
Por ello muchas zonas de veraneo han comenzado a utilizar perros para evitar nuevos brotes. En 2020, el científico francés Dominique Grandjean, comenzó a entrenar perros para detectar el SARS-CoV-2. Ya había tenido éxito con la identificación de pacientes con ciertos tipos de tumores y en un estudio señaló una tasa del 94% de acierto en perros capaces de detectar pacientes con COVID-19 mediante el sudor.
Este hallazgo resultó muy útil ya que no dependían de termómetros y detectaban también a pacientes asintomáticos sin que fuera necesario pedirles una muestra de orina, de sangre o un análisis PCR. En unos segundos se determinaba si la personas tenía o no tenía la enfermedad. Gracias a ello se respetaba el cupo de acceso y se controlaban los contagios.
Otra medida que se ha tomado es abrir caminos pedestres para que zonas que antes eran inaccesibles por tierra, pudieran visitarse y así ampliar el litoral marino y facilitar que la gente no se agrupe en una sola zona.
Una vez llegados a la playa, Pi y su familia, se dieron cuenta que la realidad era muy distinta. Lo primero que vieron es que el mar estaba mucho más limpio de lo que recordaban: tenía un color transparente que permitía ver no solo las algas, que habían aumentado en tamaño y presencia, sino también bancos de peces diminutos que nadaban entre ellas.
La casi total disminución del ser humano durante más de un año y la baja presencia en los cuatro siguientes, había permitido que la vida marina resurgiera. A eso hay que sumar que, según IntraFish, una consultora líder en acuicultura y el mercado de pescado fresco, el consumo de alimentos frescos provenientes del mar descendió más de un 20% después de la pandemia debido al miedo a los gérmenes, una tendencia que aún se mantiene.ç
Todo ello hizo que la vida marina floreciera y se multiplicara y pudiéramos apreciar la biodiversidad de mejor modo.
De hecho, y este es uno de los principales atractivos por los que Pi decidió apostar por vacaciones en el mar, casi todas las playas cuentan con enormes pasajes submarinos que se internan 500 y hasta mil metros en las aguas, siguiendo el lecho marino y permiten conocer la fauna y la flora oceánica de cada región.
Esta estrategia fue pensada para aprovechar que los corales recuperaron su salud, en la mayoría de los arrecifes, pero también para compensar por el descenso de turismo (la visita a los arrecifes generaba cada año unos 36.000 millones de dólares), que actualmente estáa compuesto principalmente por visitantes del país.
Finalmente están las actividades que los menores pueden hacer en la playa. Las mismas pulseras inteligentes que permitían que los hijos de Pi realizaran actividades en los parques, en la playa sirven como herramienta educativa.
Analizan rocas y caracolas, estiman su población y dan premios virtuales si se trata de especies raras.
También sugieren qué otras especies se pueden encontrar en la zona, para realizar una búsqueda del tesoro familiar y se conectan a plataformas como Netflix, HBO o Amazon Prime, para sugerir contenidos educativos vinculados al mar y específicamente a la zona visitada. La multiexperiencia y la hiperrealidad son conceptos más bien ordinarios las vacaciones de los niños de Pi.
Escribe: Juan Scaliter
Edita: Daniel Meza
Este artículo fue publicado en NewNormal.Lat